Cuando ganó el premio Nobel de Física, decidió que no volvería a dar conferencias bajo su nombre. Si lo querían de conferencista, obligaba a que usaran un pseudónimo en la invitación.
Porque no quería que lo fueran a ver por ser el Nobel. Quería que lo fueran a ver los enamorados de la física.
Exhibió sus cuadros en una galería de arte, también usando un pseudónimo. Misma historia tocando el tambor en un show de ballet. Desfiló en una comparsa de Rio de Janeiro.
Defendió en el tribunal un bar topless, está vez si usando su nombre de verdad.
Así se ve la vida de alguien a quien le vale huevo el que dirán.
Así es la vida de alguien cuya brújula es la curiosidad. Que vive con pasión y mente abierta. Que rechaza sueldos millonarios por trabajar en el lugar donde pueda explorar con libertad.
Así es la vida de alguien que nos demuestra con su vida, lo que recomendó en su famoso discurso de grado. El tener la libertad de poder vivir con integridad, y no estar nunca forzado a perderla por un ascenso, un ambiente de trabajo, una oferta económica.
Esa si es la libertad que vale la pena anhelar.
Que buena historia de vida. Que buena leída.